Gran Torino: el canto del cisne

Clint Eastwood dice que esta es su última película como intérprete, y no podría ser mejor. Asistimos preplejos a la vida anciana de un Harry El Sucio de barrio, veterano de la guerra de Corea, recientemente viudo, con dos hijos a los que no aprecia (tampoco ellos le aprecian a él) y con un error en su vida pasada que lo tiñe todo de amargura, y que ha hecho que se quede solo.
Pero eso cambia, cuando salva de unos matones a su vecino oriental... paulatinamente lo aceptan en su familia, y le dan lo que le hace falta: compañía y amistad.
Su corazón se abre, no solo, hacia una nueva cultura y forma de pensar, sino también hacia las demás personas que le rodean y que solo quieren lo mejor para él.
Es una película de Clint Eastwood con todas sus consecuencias: es lenta y detallista, tarda a entrar en materia, y cuando entra no es que todo estalle de manera explosiva, mas bien es como un pequeña corriente que va fluyendo, a su ritmo, hasta el final. Un final, no por esperado, previsible, un final sensible, lleno de redención y el perdón a uno mismo.
Hace tiempo que dejé de asombrame de esa delicadeza y romanticismo de Eastwood, aquí en la forma de un coche, que parece que es lo único que ha apreciado en su vida. Esa sensibilidad que nos dió un buen batacazo en Los puentes de Madison, vamos, vamos, El sargento de hierro hace una película así, no me lo creo... pero tenemos la prueba, la mas visible, la que se dejó de sutilezas. Porque ya nos había tocado la fibra antes (aunque nosotros no lo habíamos notado tanto), y después también: Sin perdón, Million Dollar Baby, Un mundo perfecto... esos héroes imperfectos, llenos de defectos que al final no hacen lo correcto, sino que hacen lo que deben... que es mucho mas difícil.
Clint Eastwood dice que esta es su última película como intérprete, significa, que la última memoria como actor que tendremos de él, será la de un héroe imperfecto, como debe ser.
Puntuación: 8

Ficha