Con esta novela (la segunda de la saga de La elevación de los Pupilos) David Brin consiguió el codiciado triplete: Hugo, Locus y Nebula. Toma ya.
¿Es para tanto?
Mmmm, no. Pero casi.
La Striker es una nave comandada por delfines, en su primer viaje de exploración. Su tripulación, delfines y humanos (y un chimpancé científico), intentan trabajar por el bien común, aunque hay algunos elementos que intentarán desestabilizar esa armonía.
Por casualidad la nave descubre una flota perdida (que no debería existir según sus bases de datos) y el cuerpo momificado de un extraño ser.
Perseguida por las demás facciones alienígenas, que exigen la ubicación de la flota y el cuerpo recuperado, se refugia en el fondo del mar de un planeta desconocido, mientras la batalla entre los demás alienígenas se desata.
La Striker es el premio.
La premisa, con los delfines y tal es original, es mas, en algunos momentos la acción me ha emocionado e intrigado. Pero solo en pocos.
Por lo demás la prosa farragosa de Brin se impone (como ya la sufrí en El efecto práctica y en El cartero) y momentos de acción frenética se quedan sin descripciones adecuadas.
Eso sí, el final es bueno. Mucho.
¿Vale la pena leerla por ese final?
Depende, siempre hay mejores libros en el horizonte, y el afán completista hace estragos (malditos premios Hugo!!!)
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