Daños y prejuicios (y muchos mas daños)

No es ningún secreto: la tele por cable norteamericana produce las mejores series, las marcas de identidad: mucha calidad, actores excelentes y guiones muy bien escritos.
Dentro de esta nueva (o vieja, según como se mire) ola se encuadra Daños y prejuicios, la serie donde Glenn Close como la abogada, cuyo lema es no confíes en nadie (debe ser fan de Expediente X), se convierte en una de las mayores zorras sin corazón que ha pisado jamás la caja tonta, y junto con Rose Byrne, su protegida-enemiga forman un tandem feroz, agresivo, en el que todo vale.
La cosa funciona así, en el primer capítulo de la temporada, somos testigos de algo atroz que no alcanzamos a comprender, un asesinato... algo sangriento, luego todo vuelve hacia atrás, en un misterioso seis meses antes (¡viva el flashforward!), y descubrimos poco a poco cómo se ha llegado a la situación atroz, así, en cada capítulo nos van dando pistas, para que lo entendamos. Por supuesto, la mayoría de las pistas parecen lo que no son, y consiguen que estemos atentos a cada una de las revelaciones y giros argumentales que nos tienen preparados.
Al final de la temporada, se levantan todos lo velos, y somos capaces de encajar las pequeñas piezas y exclamar ¡Ya sabía yo que era eso lo que pasaría! o mejor ¡WTF, eso no me lo esperaba!
Después de una primera temporada brillante, esta segunda temporada, que empezó floja, tenía mucho que superar... al final ha sido lo que esperábamos y mas... sorpresas en las sorpresas en las sorpresas.
Lo que tengo claro es que en esta serie todo el mundo es un tramposo, los actores protagonistas, los secundarios, los guionistas... hasta el chico que aguanta la alcachofa, seguro que él también es un tramposo.
Como me veo venir una tercera temporada en la lejanía, se que el año que viene van a volver, esas zorras tramposas, listas para engañarme una vez mas.
¡Malditas!