Nathan (Taylor Lautner, aficionado a quitarse la camiseta en Crepúsculo) es un adolescente que siempre se ha sentido desplazado, siempre ha sentido que le faltaba algo en su vida (porque eres un lobo, tonto!!, ji, ji), la típica angustia adolescente, vamos.
Luego descubre que sus padres no son sus verdaderos padres, y van unos hombres malos y los matan, y hacen explotar su casa, con una bomba en el horno (classic).
El huye, y huye, con su vecinita (Lily Collins, que es supermona y pronto será blancanieves) y se convierte en el centro de una búsqueda de espías rusos y la CIA (¡toma ya!). Pero sus fake padres le entrenaron como una máquina de matar, y ahora sabe porqué, eso le va salvar la vida!!!
Se pasean por el tinglado las caras adultas de Alfred Molina, Jason Isaacs, Maria Bello y Sigourney Weaver. Y el director de la cosa ésta, John Singleton (¡quién le ha visto y quién le ve!) nos lleva a una nueva dimensión del dolor, presentándonos el futuro de las pelis de acción, y uno de sus nuevos héroes.
No son las actuaciones de poses de modelos, ni las frasecitas tipo voy a matar a todos tus amigos del FaceBook, ni el guión sacado de un refrito, de aceite pasado, entre El fugitivo y Los tres días del Condor, lo que mas me molesta es que pudiendo ser una de esas diversiones decerebradas, llenas de intriga y buenas escenas de luchas y tiros, se quede en una peli de las malas-malas.
Me explico.
Hace unos días leí una breve reflexión cinematográfica de la que creo todos somos conscientes. Además de las pelis buenas, existen las pelis buenas-malas y las malas-malas. Y hay una fina línea (muy borrosa) que las distingue.
Una peli buena-mala es aquella que sabemos que es basura, pero no podemos resistirnos a verla cada vez que la pillamos por la tele, porque verla es divertido (ya sea intencional del film o no) y porque sus diálogos nos llenan de regocijo al repetirlos un poco achispados en la fiesta de turno. Películas como Showgirls (el ejemplo que utiliza el artículo), baldeada por la crítica cuando salió, con el tiempo se ha ido convirtiendo en uno de esos clásicos malos con avaricia, pero que tiene algo que la mantiene en nuestra memoria.
Tiempo es todo lo que tiene que pasar. Porque al comparar esas pelis buenas-malas de los 90, con muchas de las que vemos ahora, las ponemos en pedestales, cuando antes habían estado al nivel del betún.
Y yo me pregunto, será ésta una de esas. ¿Veremos dentro de 10 años a Taylor Lautner pegándose con el malo, y poniendo ojitos peligrosos, y pensaremos lo genial que era al compararla con lo actual?
Jolines, espero que no.
Puntuación: 4
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