Oscuridad, una luz al final del túnel, calidez, parientes fallecidos... las experiencias cercanas a la muerte (ECM) parecen tener, para aquellos que las experimentan, muchos puntos en común, pero ¿hay algo místico y espiritual detrás de ello? Maurice Mandrake, autor de La luz al final del túnel, parece pensar que sí, definitivamente.
Mientras que la sicóloga Johana Lander y el neurólogo Richard Wright están decididos a averiguar la verdad científica detrás de las ECM, y la verdadera razón por la que se producen.
Una nueva droga, la ditetamina, consigue simular los patrones neuronales de una ECM en una situación controlada. Así que los intrépidos doctores se embarcan a la búsqueda de voluntarios, si es posible sin ideas preconcebidas sobre lo que van a ver... y que no sean fans de Maurice Mandrake.
Pronto se hace patente que Johana tendrá que experimentar por si misma con la ditetamina, para saber lo que hay al otro lado. Cuando lo averigüe, desde luego, no va a ser lo que esperaba.
Connie Willis, ganó en el 2002 el Locus con ésta extensa novela construida como un misterio lleno de personajes curiosos y golpes de humor. Ella es la única que con su forma de escribir amena y directa, es capaz de hacernos tragar páginas y páginas sin darnos cuenta.
He disfrutado, y el misterio es de lo mas sugerente, pero ¿hacían falta 1000 páginas para explicar la historia? La respuesta es no.
Me hubiera gustado igual con 700 (ja, ja).
La Willis tiene en su haber tropecientos Hugos, Locus y Nebulas, así que una novela mediocre de las suyas sigue siendo un novelón, lo que vengo a decir es que leerla es un placer, sea lo que sea, y dure lo que dure.
Y desde luego, a pesar de la paja, (entretenida, eso sí) esta novela merece la pena.
Aunque El libro del día del juicio final sigue siendo mi favorita de ella, un 10 y superrecomendable!!
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