La reina en el palacio de las corrientes de aire - Stieg Larsson

Los llamados best-sellers tienen dos características imprescindibles: su temática agrada a un gran sector del público (normalmente misterio y/o gran carga dramática) y son increíblemente fáciles de leer, esto último dirigido, no a los habituales lectores (que por leer somos capaces de tragárnoslo todo), si no a los esporádicos, a los que si no les enganchas pronto pierden interés y abandonan.
El fenomeno best-seller es curioso, normalmente huyo de ellos como de la peste... por eso de que su lectura es fácil, y carece de esos intríngulis que son capaces de disparar mis endorfinas, esos esfuerzos que siempre se recompensan al final, con una comprensión plena, el quid es que te cueste llegar ella, así la ganancia es mayor.
Al contrario, en los best-sellers los misterios suelen ser manidos, con finales que se ven venir a la legua, y poco satisfactorios (ver El código Da vinci y hermanos, ¡puaj!). Al terminarlos no sientes ningún placer extra por haber resuelto el misterio, en mi caso, me alegro de que por fin haya terminado (el suplicio) la novela y en paz.
Pero últimamente, con esto de Millennium estoy mas que desconcertada, porque se añade un elemento mas al indispensable best-seller: un protagonista, tan raro, tan al margen y tan adictivo, que tira por la borda todas mis intenciones de mantenerme apartada de susodichos libros.
Lisbeth Salander, fascinante, con sus silencios obtusos, y sus escasas sonrisas, tan irritante, tan extraña que una no tiene mas que caer a sus pies, deseando que se salga con la suya, esto es que robe y castigue a los malos, que su venganza sea tan absoluta, que los deje llorando en un rincón, pidiendo clemencia.
El tercer libro de la saga es el que tiene mayores opiniones encontradas, unos dicen que es el mejor, (es notable como Stieg Larsson es capaz de meter un montón de paja en la novela, y aún así se lea en un suspiro), otros que prefieren el segundo... a mi me ha absorbido completamente, mis sesos se han derretido ante las conspiraciones, no de los malosos, esta vez, sino de los buenos, porque la trama, aquí, no se mueve entre investigaciones de asesinatos (que los hay), se mueve por el deseo de venganza de una chica, delgada y menuda, cuyo tatuaje en la espalda clama justicia.
Adiós a Todo Lo Malo.