Stephen Daldry rueda un film, adaptación de la novela de Jonathan Safran Foer (también autor de Todo está iluminado), estructurada como los cinco estados de una pérdida: Negación, Enfado, Negociación, Depresión y Aceptación.
Tom tienen nueve años, no se sabe muy bien si tiene síndrome de Asperger, pero rehuye el contacto y le molestan los sonidos estridentes (además de otras diversas fobias y manías). Su padre murió en el atentado de las Torres Gemelas, y él, un año después, lo tiene muy difícil para superarlo.
Entre las pertenencias de su padre encuentra una misteriosa llave, encontrar lo que abre será toda una aventura que le llevará a conocer todo tipo de gente, y a acercarse por fin a su madre, a la que siempre había dejado un poco de lado.
Es bonita.
Y me ha gustado (y he llorado mucho).
Está diseñada para tocar fibra. Y lo consigue.
Tiene a un desaprovechado Tom Hanks, a una, ya no tan sorprendentemente dramática, Sandra Bullock,al nominado por su trabajo Max von Sydow (lo mejor del film) y a un muy gritón niño debutante Thomas Horn.
Pero, a pesar de su nominación al Oscar como Mejor Película, no se ni cómo ha llegado hasta ahí (la tónica de este año, por lo que parece), se siente buena (bonita) pero no grande.
Sí, tiene momentos dramáticos, y otros que arrancan sonrisas, nos habla de la tragedia de una familia herida por el terrorismo, y del optimismo, de la esperanza de la superación de esas heridas.
Pero es cursi, con sus forzados momentos dramáticos y sus histerismos (lo del niño es flagrante), demasiado larga, demasiado dispersa, demasiado molesta.
Puntuación: 5'5
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