Desde hace ya seis temporadas, que me mantengo pegadita a Supernatural, una de mis series favoritas (muy muy favorita).
A todos aquellos que pasan de largo, o que vieron la primera temporada y decidieron que no valía la pena, en fin... no sabéis lo que os perdéis.
A todos aquellos que pensaron que debería haber terminado en la quinta (con un final dignísimo, lleno de sentimiento y violencia), no os quito la razón. La sexta temporada fue nefasta en la mitad de los episodios, meh en la cuarta parte y genial a mas no porder en la otra cuarta (esta serie es así).
Pero me resisto a perderla.
Me resisto a considerar que ha perdido el rumbo y que Sera Gamble, la nueva showrunner no sabe llevar el timón a la Kripke.
Me resisto a bajarla del pedestal donde la puse desde la tercera temporada.
Y no voy a tirar la toalla, porque este principio de temporada ha sido para reengancharte y no mirar atrás.
Vamos a ver, a Castiel se le ha ido la olla (y de qué manera), Crowley está emborrachándose, agazapado en su rinconcito, La Muerte, bueno, a ella le encanta comer envinagrados, hasta Lucifer (sí, Mark Pellegrino in person) se pasa a saludar. Mientras Dean se obsesiona con reparar su coche (como no), Sam tiene alucinaciones infernales (ja, ja) y Bobby mantiene a la familia unida, aviniéndose a una locura tras otra.
Conocemos a Dios, mmm, o algo así, y a nuestro nuevo Big Bad de la temporada, que se perfila mucho mejor que La Madre, como el enemigo difícil de matar.
¡Sera Gamble no me estropees mi serie estrella que mi corazón no podría soportarlo!
Séptima temporada allá voy.
Pilas cargadas,You know, saving people, hunting things. The family business.
No hay comentarios:
Publicar un comentario