The River, porque hay magia ahí fuera (aunque esta serie no consiga canalizarla)

The River empezó siendo la sensación de la temporada.

Un piloto impecable, que todos los entendidos calificaban como el mejor visto en años. Lo que yo comparto.

Aunque después todo vaya cuesta para abajo.

Me explico.

El doctor Emmet Cole, un reputado explorador y documentalista televisivo, se ha perdido en una zona inexplorada del Amazonas, y después de meses sin señales de vida es dado por muerto. Su esposa y su hijo, Tess y Lincoln sufren su pérdida.

Pero, inesperadamente, la baliza de salvamento del doctor se pone en marcha,  y, financiados por un canal de televisión, seguidos a todas partes por un productor y sus cámaras, Tess y Lincoln van a adentrarse en el Amazonas para salvar a Emmet.

Rodada al estilo cámara en mano, y con la premisa de metraje encontrado en misteriosas circunstancias, la serie se mueve por terrenos de La bruja de Blair (que lo puso de moda) o Paranormal Activity, no por nada uno de sus creadores, Oren Peli, es el ahora famoso director de ésta (y productor de todas las secuelas).

La serie, a pesar de tener todos los números para ser la nueva heredera de Lost (jolines, cómo odio todo el asuntillo este de las herederas de Lost, como si no hubiera otras series con las que compararlas), decide acercarse al tema misterioso en paraje hostil, de una manera muy diferente: al estilo procedimental.

Cada capítulo puede verse como una historia de terror independiente (como mini películas de miedo de serie B), en el que nuestros intrépidos protagonistas se encuentran un espíritu maligno de la selva, o un fantasma atrapado, o almas en pena vagando por el río, y deben solucionar la papeleta para seguir adelante (en realidad muy Expediente X pero gone wrong).

Es precisamente este esquema procedimental (lo que aparentemente podría engancharnos con un visionado casual), lo que quema rápidamente los puentes de la serie y, un episodio tras otro, acaba con su credibilidad (y nuestra suspensión de realidad).

Cada encuentro es mas absurdo que el anterior, además de la pura irracionalidad de todos los personajes, que no destilan ninguna empatía con el espectador, ni la esposa histérica (¿por qué alguien haría caso a esta mujer para tomar decisiones importantes? se me escapa), ni el hijo apático (¿puede alguien inspirar tanta indiferencia?, lo dudo), ni el productor obsesionado con su show (un topicazo como una casa), ni el mercenario encargado de la seguridad (que sabe mas de lo que nadie cree sobre el doctor Cole, so what!), ni el cámara afroamericano (ninguna serie de la ABC estaría completa sin él), ni la hija en busca de su padre perdido, miembro de la primera expedición (otra sosa llorona), ni, por último, el mecánico hispano y su hija adolescente (please!!) la bruja Lola (otra a la que yo sería la primera que tiraría del barco, ¡daba una grimilla! pero en el mal sentido).

Y por supuesto el doctor Emmet Cole, cuya obsesión por encontrar magia, arrastra a todos los anteriores a perderse por la Boiúna, un lugar donde espíritus y demonios pueblan cada esquina selvática. Mas de una vez durante los 8 capítulos que forman la temporada deseé la muerte a este hombre. Pero de verdad. ¡Vaya capullo!

Todo esto lastra toda la serie hasta sus últimas consecuencias, ratings bajos y cancelación mas que probable.

Bueno, me he quedado a gusto.

Para una opinión opuesta a la mía, por aquello de las comparaciones y tener una visión mas amplia, la de Paco, que es una persona supermaja, está muy bien, e invita a un visionado de la serie (que yo no comparto), ¿quizás solo el piloto?.

Na-nu Na-nu.